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LXXXVI

doval y Rojas, arzobispo de Toledo, mi señor, á pagar la visita que á su Ilustrisima hizo el embajador de Francia, que vino á tratar cosas importantes á los casamientos de sus principes con los de España, muchos caballeros franceses de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron á mi y á otros capellanes del cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban mas validos; y tocando acaso en este que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervántes, cuando se comenzaron á hacer lenguas, encareciendo la estimacion en que asi en Francia como en los reinos sus confinantes se tenian sus obras, la Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte desta, y las Novelas. Fueron tantos sus encarecimientos, que me ofreci llevarles que viesen al autor dellas, loque estimaron con mil demostraciones de vivos deseos. Preguntáronme muy por menor su edad, su profesion, calidad y cantidad. Halléme obligado á decir que era viejo, soldado, bidalgo y probre; á que uno respondió estas formales palabras: ¿pues á tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario publico? Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento, y con mucha agudeza dijo: « Si necesidad ha de obligarle á escribir, plega á Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él probre, haga rico á todo el mundo. »

De cette historiette qui se trouve dans la censure de l’édition originale de la deuxième partie de Don Quichotte, et qui a été reproduite dans le tome III de la petite édition de l’Académie espagnole (1782), le savant et ingénieux Capmany a cru pouvoir conclure hardiment que Cervantes fut invité à se rendre à Paris pour enseigner la langue espagnole, ou, comme il dit, pour régenter un collége où il aurait expliqué lui-même son Don Quichotte.

« Se ignora el motivo porque no admitió Cervantes